domingo, 6 de abril de 2014

Las Arribes del Duero


     Sí, habéis leído bien, he escrito "Las" y no "Los" porque esta vez fui a visitar la parte salmantina del Parque Natural "Arribes del Duero", y allí se dice "Las", al contrario que sus vecinos zamoranos. Así que lo podréis ver escrito de ambas formas y estará bien en los dos casos.
     Una vez aclarado el tema del nombre, hablaré un poquito del Parque como tal. Como ya he indicado, se localiza entre las provincias de Salamanca y Zamora, englobando 37 municipios. El Parque, de 106.500 ha, es una falla que el río Duero aprovechó para transcurrir y que hace frontera natural con Portugal. El paisaje es espectacular, pues lo más sorprendente son las paredes verticales que forman el gran cañón y que tienen un desnivel de más de 300m en algunos puntos. Además del cañón del Duero, se pueden visitar los municipios que rodean el Parque y que tienen una belleza singular, alguna que otra bodega, ya que forman parte de la D.O.Arribes y, por supuesto, otros rincones que nos da la Naturaleza.


     La zona está formada de multitud de minifundios separados por los típicos muros de piedra granítica. Las principales producciones agrícolas son la vid y el olivo, muchos de ellos en bancales. En cuanto a ganadería hay ovina, bovina y caprina. No hay una vegetación de tipo bosque, pero el matorral siempre está verde. Quedan grandes robles y encinas en las dehesas que cobijan y dan sombra a otro tipo de ganadería. Aunque muy importante para la zona es el turismo y los productos agropecuarios: vino, aceite, queso, mermelada, etc.

     Me di cita con unos cuantos amigos en la localidad de Barruecopardo, dispuestos a pasar un gran fin de semana disfrutando del lugar, la gastronomía y los vinos, además de la compañía, por supuesto.
     Tras unas cuantas horas de viaje y kilometros a nuestras espaldas, llegamos al lugar (que linda con Portugal) y teníamos que reponer fuerzas. Así que, para cenar, tomamos productos de la zona como embutidos y quesos, y también probamos bacalhau à brás acompañado de un vino ecológico de la Bodega Viñas del Cámbrico, y perteneciente a la DOP Sierra de Salamanca, llamado “575 uvas de Cámbrico 2009” compuesto por uva Tempranillo 58%, Rufete 35% y Garnacha 7% y envejecido 18 meses en barrica, hecho que le da un toque a fruta madura y aromas florales. Ver ficha.

  
      Ya por la mañana fuimos a ver uno de los lugares más visitados de la zona, el Pozo de los Humos, ubicado en la localidad de Masueco. Se trata de una cascada formada en el río Uces y que tiene una altura de unos 50 metros. Al caer el agua forma una gran cortina de vapor donde se toma el nombre de "humos". Es interesante ver la cascada en época de deshielo, cuando el caudal es mayor y, por lo tanto, el "humo" es mayor. Llegar es sencillo ya que está bien señalizado desde el pueblo. Se puede ir en coche hasta un pequeño aparcamiento y desde ahí se baja andando al pozo, donde hay carteles explicativos y una pequeña pasarela con vistas al vacío. También se puede ver la cascada desde arriba al otro lado del río, en la localidad de Pereña de la Ribera.

 

     Tras el espectacular paseo al Pozo, nos dirijimos hacia Aldeadávila de la Ribera para visitar la Bodega Arribes del Duero. Allí nos contaron que la cooperativa se formó a principios de los años 90 y que ellos fueron también los que impulsaron la creación de la D.O. Arribes. Esta bodega tiene una capacidad de un millon de litros, y aunque en los comienzos prácticamente toda la producción iba destinada a granel, en la actualidad eso ha cambiado, ya que la mayor parte se embotella y se comercializa. Su marca es Arribes de Vettonia. Las uvas provienen de viñedos antiguos, localizados en bancales y en pequeños minifundios tradicionales, que son recogidas manualmente, pues son cepas de vaso. Suelen tener 2.500 cepas por hectárea. Los suelos son de granito y pizarra y la zona goza de un microclima que provoca que tenga gran luminosidad y evite las heladas. Las variedades de uva son autóctonas, las tintas como la Juan García, Rufete y Bruñal, y las blancas como la malvasía.
      Nos dieron a probar la friolera de 5 vinos distintos: blancos, tintos, del año, crianzas... perdí la cuenta. Algunos de ellos me sorprendieron, como el color del blanco, un amarillo dorado que no pensaba que iba a estar así de rico. Probamos el Rosado 2013 que saldrá a mercado ahora, un gran vino afrutado y con cuerpo.


     Tras unas cuantas compras en la tienda de la que disponen (además de vino hay muchos productos de la zona: miel, queso, embutido, aceite,...) fuimos a comer al pueblo de Aldeadávila. Elegimos el Restaurante El Paraíso. Tras tener que repetirnos la carta por la multitud de platos a elegir, yo me decanté por unas tradicionales patatas meneadas y carrilleras guisadas. Todo riquísimo y altamente recomendable.


     Sin casi tiempo para hacer la digestión (y haciendo honor a Carlos Sáinz), bajamos deprisa por las numerosas curvas cerradas hasta el embarcadero de la Playa del Rostro, donde teníamos paseo en barco por el Duero. La ruta en el catamarán fue espectacular, ya que se navega por las calmadas aguas del río mientras la guía va explicando la historia del lugar, la fauna, la vegetación, etc. Para los apasionados de las rapaces es ideal puesto que se pueden ver especies como la cigüeña negra, el águila real o los alimoches. El recorrido dura hora y media aproximadamente y se llega aguas abajo hasta la presa de Aldeadávila. Son impresionantes los cortados en el relieve y la verticalidad de las paredes. En el regreso al punto de partida se permite salir a la popa para fotografiar, guardando siempre silencio.
 
 
 

     Como antes no nos había dado tiempo a visitar la localidad, al acabar el paseo subimos a Aldeadávila de nuevo antes de afrontar la noche del sábado. En una de las plazas del pueblo hay un Monumento al Cabrero, en honor a todos los que vivían en las Arribes durante todo el año mientras que sus mujeres eran las encargadas de subir al pueblo cada día a vender la leche y el queso. Una vida muy dura la de estas personas que ha terminado por extinguirse. Sin embargo, algunos cabreros siguen bajando puntualmente a las Arribes para pastar.
 
     Volvimos a Barruecopardo para cenar, en esta ocasión fuimos al Centro de Turismo Rural "La Buhardilla" donde pedimos varias cosas: crema, sopa castellana, entrecot, trucha, etc. La cocina es tradicional y casera y estaba todo delicioso. Después fuimos a tomar algo a los bares del pueblo donde charlamos y pasamos un buen rato con los chavales de allí, quienes precisamente estaban ensayando bailes populares y nos animaron a que nos uniésemos a ellos, cosa que algunos de nosotros hiciera con algo de torpeza, sobre todo el baile de la botella. Fue muy divertido.

     Ya el domingo, antes de partir, dimos un último paseo por el pueblo y subimos a lo que llaman El Castillo, que es un alto donde hay mesas y barbacoas para los días veraniegos. Allí recordamos viejas anécdotas de anteriores encuentros y nos reimos bastante. Lo ideal para despedirse hasta la próxima vez.

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